Región
Valle de Aosta
“En un principio, el monte estaba encerrado
adentro de una inmensa sierra, como la obra de arte dentro
del bloque rudo de mármol; el artífice tuvo
que trabajar durante miles de años para revelar sus
admirables formas. El Creador, solitario, perfeccionista,
seguía esculpiendo su obra con el trabajo tenaz del
artista que no se da prisa, con tal de que su obra surja
bella y grande”. Estas palabras, el alpinista y fotógrafo
Guido Rey, describen perfectamente la montaña más
extraordinaria de los Alpes: el Cervino, la imponente pirámide
sostenida por los hombros del Pic Tyndall (¡4241 metros!).
A la sombra del gigante, con sus 4478 metros de altura, hay
unos frescos lagos alpinos, como el lago Blu, cerca de Cervinia,
donde es posible bañarse rodeado de alerces.
Por un lado de la montaña, al norte, está Zermatt,
en Suiza; por el otro, al sur, está Cervinia, en el
Valle de Aosta: son cientos los escaladores que cada año
tocan su cima. Son muchos también los contemplativos.
Oriondé es una meta perfecta para quienes aman contemplar
la montaña: uno de los paseos más bellos sale
de la estación del funicular de Plan Maison y conduce
al refugio Duca degli Abruzzi. Aún más espectacular
es el panorama que se ve desde el refugio Teodulo con las
Grandes Murailles donde el protagonista absoluto es siempre
el Cervino.
El Valle de Aosta ofrece escenarios espectaculares: aquí la
naturaleza es fuerte e incontaminada, perfecta para escaladas
alpinas, esquí de verano, pero también excursiones
y relajantes paseos entre praderas y bosques. Gressoney-Sain-Jean,
con su centro valorizado por una pequeña iglesia del
siglo XVI, numerosas villas señoriales y por el Museo
de la Fauna es una importante localidad para el turismo invernal;
como Gressoney-la-Trinité, centro principal de la
antigua civilización walser como se puede constatar
de los rascards, edificios rurales de madera y piedra, característicos
de Valtournenche y sobre todo de los valles Walser.
Se presenta estrecha y sombría la Valtournenche pero
cuando uno sube por sus calles se descubren prados soleados,
pinares, pueblos y aldeas. Desde Antey-Saint-André,
donde el Cervino se percibe por primera vez, un camino lleva
hasta La Magdeleine, un burgo que es una joya, compuesto
por núcleos de casas de madera rodeadas de praderas,
a 1644 metros: en frente hay una terraza natural en la que
yace Torgnon, otro burgo magnífico. Chamonis es el
municipio más alto de la región, con apenas
cien habitantes, a 1816 metros de altura, donde se llega
sólo con el funicular. Aquí, los 14 kilómetros
de pistas siempre soleadas se extienden en un desnivel de
700 metros, entre panoramas realmente espectaculares. Sólo
un cable de acero tendido sobre el abismo enlaza Chamonis
con el mundo real: un funicular con una pendiente y un salto
escalofriantes. Unos pocos minutos después de Buisson
ya se ven los rascards y los greniers que emergen del manto
di nieve; esa nieve que suaviza los contornos de las casas
y los graneros. La plazoleta de Chamonis no sugiere ninguna
idea de mundanería: los únicos ruidos son el
chirrido de la nieve batida por las pisadas, el crujido de
los esquís y de los arroyuelos, las voces relajadas
de la gente.
No hay que dejar de probar el exquisito pan negro con nueces
o con higos. Los dulces típicos de la región
son las tegole, que recuerdan las tejas de piedra que cubren
los techos de las casas y el Farinel, un antiguo pan de centeno
con pasas de uvas, almendras y nueces. A propósito
de licores, los productos característicos son el Génépi y el Ratafià, antigua bebida obtenida de una infusión
de cerezas silvestres. El rey de los quesos de esta región
es la Fontina, producido con leche procedente de uno solo
ordeño de vacas atabanadas rojas y negras.
Para quienes aman las fiestas, la cita principal es el 30
y 31 de enero en Aosta con la milenaria feria de
Sant’Orso:
alrededor de 1000 expositores presentan en el centro histórico
lo mejor de la artesanía regional, que incluye los
famosos draps de Valgrisenche (mantas de lana tejidas en
telares de madera) y los encajes de Cogne. Un objeto de vale
la pena adquirir es la grolla: la copa de madera, símbolo
de la amistad. La noche del 30 se lleva a cabo la tradicional
velada, la veillà, con la apertura de las viejas bodegas,
en una atmósfera realmente sugestiva.
Rica de sugestión es también la fiesta
de los Guías Alpinos, en Courmayeur, a los pies del Monte
Blanco, el 15 de agosto, en la que desfilan los Caballeros
de la Montaña, con picos y crampones benditos.
La región es rica asimismo de castillos, Iglesias
y abadías: el medieval castillo de Fénis, uno
de los más importantes, está decorado con un
exquisito ciclo de frescos. También en Issogne surge
un espléndido castillo, fastosa residencia renacentista
de la potente familia Challant: tiene un patio con hermosos
frescos que cuentan escenas de la vida popular, y en el centro
la famosa fuente del Melograno del siglo XVI. Las mismas
características de demora señorial se encuentran
en el castillo de Ussel.
Aferradas a la roca, en la entrada del Valle de Aosta, están
las poderosas estructuras del fuerte de Bard: formado por
distintos cuerpos edificados, es impresionante precisamente
por la mole de sus fortificaciones. La fortaleza es la sede
de un futurista y cautivante Museo de los Alpes. El viaje
entre las montañas, descubriendo las 29 salas del
museo, comienza subiendo por una escalera de acero y cristal,
en una dimensión simbólica que recuerda la
idea de la ascensión entre proyecciones de escenarios
de altas cumbres y una especial banda sonora. También
el pavimento, con la reproducción de los Alpes, es
sugestivo y permite “pasear” a través
de montes y valles.
Por mayor información haz clic en:
Región
Valle de Aosta ENTER |
|