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Región Trentino Alto Adigio


Los castillos que desde las crestas de las colinas dominan el valle de Adigio y completan la visión de las interminables hileras de viñas narran la historia de este valle, desde siempre pasaje privilegiado para llegar a los Pueblos de idioma alemán. Tal como la cuentan sus palacios, que han albergado músicos y escritores de un fastuoso Settecento, entre los cuales el más famoso es seguramente Wolfgang Amadeus Mozart que en Rovereto, una ciudad que combina arquitectura barroca, neoclásica y liberty, dio sus primeros conciertos italianos.
A poca distancia del lago de Garda se encuentra el medieval y espectacular castillo de Drena: en la zona, una importante meta turística por su clima y su belleza, está Riva del Garda en cuyas aguas se llevan a cabo interesantes regatas de veleros.
Pero es la ciudad de Trento, a la sombra de los Dolomitas, la que se erige como una de las más importantes ciudades de la región: su corazón monumental está en la plaza de la Catedral, la plaza del Concilio de Trento, el famoso consenso de la Iglesia católica, que llevaría a la separación entre católicos y protestantes. Era el 13 de diciembre de 1545. Desde entonces han pasado cuatro siglos y medio, pero aún hoy parecería ver a los prelados del Concilio reunidos en esta plaza, donde después del siglo XVI no ha cambiado prácticamente nada. La Catedral, que fue la sede más prestigiosa del Concilio, es igual a como era entonces, con su original rosetón, que encierra la rueda de la Fortuna. También el palacio Pretorio, del siglo XIII, con las típicas almenas de cola de golondrinas, es siempre el mismo; potente, pero al mismo tiempo absolutamente elegante, conserva en su interior las piezas más prestigiosas del arte sacro trentino: pinturas, esculturas, tapices flamencos, oros y paramentos sacros. También sigue idéntica la torre del Reloj. Por último, las espectaculares casas Cazuffi-Rella, con sus fachadas totalmente cubiertas de frescos con figuras alegóricas y escenas de la vida popular, y la casa Balduini, con otros bellísimos frescos en la fachada, con festones de flores y fruta. Sólo la fuente de Neptuno no estaba en la época del Concilio: con sus 12 metros de altura, animada por tritones y caballos marinos, domina el centro de la plaza.
Y no hay que dejar de visitar el castillo del Buonconsiglio, símbolo de la ciudad, con la elegante logia del Romanino, y el Museo Provincial de Arte. Otro importante museo es el Mart (Museo de Arte Moderno y Contemporáneo de Trento y Rovereto).
Visitar los valles del Trentino cubiertos de viñedos “en pérgola” en septiembre, para deleitarse con los colores de la vendimia, es una experiencia muy placentera. Como conocer la gastronomía típica hecha de caponec (ñoquis de pan), polenta valsugana, carne salada, carne en salmuera cocida, lucanica... Excelentes los aguardientes de fruta (albaricoque, pera, manzana). Y es precisamente la manzana del Trentino, la protagonista de muchas recetas y elaboradas preparaciones. Las manzanas del valle de Non, fragantes y dulces, están valorizadas a través de la marca Melinda; también el valle Venosta es una importante zona de producción: las manzanas de este valle tienen como símbolo la coccinela roja, pero la más difundida es la Golden, con su típico color amarillo y reflejos rojos.
Los Dolomitas han mantenido intacto su encanto: son majestuosos y resultan aún más sugestivos por su característica conformación a pináculos y sus matices rosados. Brunico es un importante centro turístico: la calle Central muestra portales medievales, casas almenadas, insignias en hierro forjado. También Bressanone ofrece un lindo casco antiguo, hecho de casas porticadas y almenadas con una bella plaza de la Catedral. Esta es la zona de la grappa y el speck, donde se come würstel, chucrut, Gulash húngaro, Bretzel, excelentes yogures, strudel de manzanas y Sachertorte.
Bolzano es la ciudad del Tirol del Sur: en la plaza Walther se desarrolla la vida social; también la plaza de las Hierbas, sede del mercado, es un rebullir de aromas y atracciones gastronómicas. En el sur de Bolzano está la Vía del Vino: un paisaje fascinante no sólo debido a las extensiones de viñas sino también a la graciosa arquitectura de los pueblos, en que las líneas mediterráneas se mezclan con el estilo gótico alemán. Cualquier parada es buena para probar Knödel y Krapfen.
Pero aquellos que buscan el Alto Adigio más auténtico, lo encontrarán a pocos kilómetros de Bolzano, en el valle Sarentino: praderas floridas, pequeñas iglesias románticas, una interesante zona de esquí, bosques y 300 kilómetros de senderos con hermosos itinerarios para excursionistas. En un escenario que parece una postal, trepadas en las laderas, las masías son antiguas viviendas de montaña con interiores sencillos pero decoradas con muchos objetos y adornos. La masía es una especie de casa de Heidi con la hierba, las flores, las vacas, las cabras y los recintos de madera.
El valle de Cembra, en cambio, es la patria italiana del perfumado Müller Thurgau. A este valle acogedor y apartado, llegó en un lluvioso otoño del 1494 el pintor alemán Albrecht Dürer: que realizó 6 espléndidas acuarelas. Para captar plenamente la belleza del valle y su encanto sutil habría que llegar a pie desde el Norte, como lo hizo él hace más de 500 años, tal vez recorriendo precisamente el sendero Dürer para ser recibidos por las montañas cubiertas de bosques y a la primera luz del Sur, y darse cuenta de haber llegado a Italia.

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