Región
Liguria
Una franja de tierra que se abre en semicírculo
entre el mar y las montañas: esta es Génova,
una ciudad muy dinámica que cuenta la grandeza de
su pasado a través de sus palacios nobiliarios, sus
villas y las colecciones de sus museos; una ciudad marítima:
escala internacional de carga y de pasajeros entre sugestivos
escenarios marinos, tales como el Puerto Antiguo, que enmarca
el Acuario más grande de Europa y los Museos
del Mar y de la Navegación, en el área de la Dársena.
El centro histórico es una maraña de callejas
estrechas y oscuras llamadas carruggi, donde el cielo es
apenas una fisura entre los techos y donde se puede descubrir
la cocina regional hecha de focaccia, tortillas fritas
de bacalao, gattafin y farinata, la
torta de harina de garbanzos.
Conforman el corazón latiente de esta cultura el palacio
Ducal y también aquella via Garibaldi fulcro de la
nobleza genovesa del siglo XVI.
Es la antigua vía Áurea, una calle formada
total y exclusivamente por palacios suntuosos: 13 obras de
arte en piedra y mármol, unificadas por el barroco,
con fachadas sobrias pero con unos interiores magníficos.
Esta calle testimonia la edad de oro de la República
de Génova, cuando se había vuelto el banco
de Europa y le prestaba dinero a príncipes y reyes;
los genoveses les ofrecían hospitalidad a estos nobles
en sus palacios con fiestas, bailes y banquetes que duraban
varios días, y los huéspedes quedaban estupefactos
con las entradas decoradas al fresco, las escalinatas en
mármol, los jardines artísticos, los preciosos
templos de las ninfas: un lujo que cautivó inclusive
a Rubens, quien llegó a Génova en 1604 y quedó encantado
al pasear por la ciudad y admirar esos palacios.
Via Garibaldi mide apenas 250 metros pero está llena
de tesoros: palacio Lomellino tiene una estupenda fachada
manierista con elegantes proporciones, decorada totalmente
en estuco. Pero los palacios más significativos por
ser unos museos importantes, son tres: palacio Doria-Tursi,
sede de la Alcaldía, que hospeda una magnífica
colección de cerámicas, tapices y monedas antiguas
y donde el atrio, el patio y el pórtico están
interconectados por unas escalinatas escenográficas;
palacio Blanco, cuya Galería conserva la más
rica colección de pinturas de Génova y Liguria
de la época entre el Cuatrocientos y el Setecientos,
entre las que resaltan, entre otras, unas pinturas sobre
tela de Veronés y Caravaggio, Rubens y Van Dick; finalmente
palacio Rojo, testimonio del prestigio social y del lujo
de la familia Brignole-Sale que quiso una vivienda grandiosa,
llena de pórticos, salones, mármoles y adornos;
la fachada es excepcional por el color rojo del revoque,
que tiene un increíble impacto escenográfico.
La sorpresa sigue en el interior con un importante ciclo
de frescos, la extraordinaria colección de pinturas
(Dürer, Reni, Guercino, Veronés …) y los
retratos de familia obra del magnífico pincel de Anton
Van Dick. La Cocinera, obra de arte de Bernardo
Strozzi,
es una de las pinturas más importantes de la colección
de familia. Vuelven regio este palacio precisamente los frescos
de las salas y los salones, con las figuras mitológicas,
las alegorías y los cielos resplandecientes de los
techos.
Diferentes son los cielos que relucen en las grutas
de Borgio Verezzi. Están hechos de estalactitas blancas y brillantes:
aquí el agua se vuelve piedra en un maravilloso recorrido
subterráneo de cinco kilómetros, entre pequeños
lagos azules y cavidades que, como en una galería
de arte, ofrecen increíbles esculturas modeladas por
la naturaleza. Lejos del mar, Verezzi es un bellísimo
pueblo situado entre el verde de la campiña: sus casas
en piedra tienen un espléndido color rosado. Entre
las callejuelas del centro histórico, debajo de los
arcos y de las cúpulas bajas, aparecen las típicas
viviendas de los Sarracenos: desde la plazoleta de
San Agustín,
la vista sobre todo el golfo deja sin aliento.
La vida mundana se lleva a cabo, en cambio, en Portofino,
Rapallo, Sanremo y Santa
Margherita Ligure.
También es extraordinaria Camogli, una pequeña
ciudad a la orilla del mar, con un puerto antiguo y las casas
que trepan por el cerro; en mayo se realiza una linda feria:
el protagonista es un enorme sartén en el que se fritan ¡dos
toneladas de pescado!
El antiguo pueblo de Levanto, en cambio, descansa al fondo
de la bahía mojada por las olas y rodeada de olivos
y viñedos: paseando por el laberinto de callejuelas
de la ciudad vieja se descubren unos tesoros medievales tales
como la bella Galería de la Alcaldía.
Al salir de Levanto comienzan las Cinco Tierras, “patrimonio
mundial de la humanidad”, en donde la naturaleza y
el hombre han creado un escenario entre los más bellos
del mundo, con sus terrazas cultivadas con olivos y sostenidas
por kilómetros de pequeños muros en piedra
seca: Monterosso, con su increíble sendero panorámico
excavado en la roca (el Sendero del Amor), Vernazza, Corniglia,
Manarola y Riomaggiore, se asoman todas sobre el mar, agarradas
de la roca o encajonadas en pequeños valles.
Riomaggiore, el más oriental de estos pueblos, se
encuentra sobre un peñasco a pico sobre el mar, rodeado
por el cerro con sus terrazas: sus casas de colores, altas
y estrechas, se trepan por la roca y se apoyan las unas a
las otras para sostenerse mejor.
Para mayores informaciones, hacer clic
que sobre:
Región Liguria ENTER |
|