Emilia
Romagna
Es la región del Gran Río, del
Parmigianino, de los pórticos y de los castillos diseminados
en las colinas: tierra de nieblas, chopos y bicicletas, inmortalizada
por Bernardo Bertolucci en la inolvidable película
Novecento; de Parma a Imola, no hay pueblo que no tenga por
lo menos un tramo de calle sombreado en verano y reparado
de inverno.
Los pórticos triunfan en Bologna, con más de
38 kilómetros de calles porticadas, donde en un día
de lluvia es posible recorrer todo el casco viejo sin necesidad
de un paraguas. El corazón de la ciudad es la plaza
Mayor donde se asoman con su belleza el Palacio
del Podestà,
el Palacio de los Banchi, el Palacio
de los Notarios, el
Ayuntamiento y la imponente Basílica de S. Petronio:
todos miran a la magnífica estatua de bronce de la
divinidad que domina la fuente del Neptuno, del Giambologna,
uno de los símbolos de la ciudad. La Plaza Mayor es
la plaza de la gente, llena de encanto y de emociones, el
lugar de los encuentros y de los paseos; bajo el elegante
pórtico del Pavaglione se encuentra la zona de compras
de la ciudad: 400 metros de salones atestados de joyerías,
tiendas y curiosidades.
La tradición astronómica de Emilia es excepcional,
entre los ñoquis fritos y la piadina, la coppa y el
culatello, pero Bologna triunfa con las tagliatelle
a la bolognese, los tortelines, las lasañas y los exquisitos
pinchos como el pan rosetta con mortadella apenas cortada;
sin olvidar el vino Sangiovese o el vinagre
balsámico
de Modena.
Parma es una ciudad refinada y culta, con una tradición
de libreros y estampadores de arte; en efecto, la Biblioteca
Palatina, que está en el interior del Palacio
de la Pilotta, cuenta con más de 700.000 tomos, entre los
cuales figuran espléndidos códigos artísticos,
manuscritos e incunables hebreos rarísimos. La atmósfera
poética de Parma continua en el fascinante Parque
Ducal, rico de edificios, y en el Teatro
Regio, obra de arte
neoclásica y uno de los más importantes teatros
líricos italianos. Pero el símbolo de la ciudad
es la estupenda Catedral románica cuyas formas, decoraciones
y esculturas narran, a través de la piedra esculpida,
la historia de la ciudad. La provincia de Parma está llena
de parroquias, iglesias, abadías, y castillos de época
medieval, pero también de peñones y pueblos
fortificados prontos para detener al enemigo o para acoger
a las damas y los caballeros ilustres. Roccabianca parece
salida de un libro de cuentos: su plaza espectacular tiene
como panorama de fondo la fachada de un castillo que fue
el regalo de amor de un noble condotiero a su amada Bianca
Pellegrini. Una historia romántica que continúa
en el castillo de Torrechiara encaramado en una colina y
que se reconoce desde lejos por sus formas perfectas: es
una fortaleza medieval con todas las de la ley, amenazadora
y severa. Aquí ocurrían los encuentros secretos
entre los dos amantes: la Estancia de Oro recuerda su historia
de amor a través de los frescos del techo y los artesones
de las paredes decoradas con un entrelazado de corazones
e iniciales. El castillo está situado cerca de Langhirano donde las altas y estrechas ventanas de los edificios y las
amplias terrazas son elementos funcionales para la producción
del jamón serrano de Parma, famoso en todo el mundo,
así como el Parmigiano Reggiano que tiene su reinado
en la localidad de Soragna.
Reggio Emilia es una ciudad de pórticos y campanarios
embellecida por numerosas obras contemporáneas; en
el claustro del siglo XII del convento de S. Domingo se encuentra
Less than, obra del escultor Robert Morris: una figura grande
de bronce, sin cabeza, que lleva en la espalda una pesada ánfora.
Otras dos ciudades interesantes son Ferrara con su extraordinario
palacio de los Diamantes, con sus elegantes sillares en punta,
que acoge la importante Pinacoteca Nacional, y Ravenna, de
importancia mundial por sus mosaicos: estos tesoros de la
humanidad están custodiados en el complejo
de San Vitale donde las estupendas figuras bizantinas no dan tregua
a los ojos.
Pero es el Po, río rebosante de vida, atestado en
cualquier estación por las canoas y barcos turísticos,
junto con los pueblos que se asoman en sus orillas, quienes
representan la parte más auténtica y vivaz
de esta región, hecha de atmósferas especiales,
donde también la niebla, en invierno, añade
al paisaje un encanto misterioso y donde cada lugar está impregnado
de la música y de los recuerdos de Giuseppe
Verdi,
nacido en estos lugares. También Brescello, el pueblo
de don Camillo y Peppone, recuerda aún las románticas
batallas entre el alcalde y el párroco, amados en
todo el mundo. Piacenza es una bella ciudad, reservada, llena
de palacios de fachadas austeras, pero ricos en su interior,
en un esplendor de jardines y patios, estatuas y escalinatas,
pero siempre con un lujo sobrio y discreto: en el palacio
Farnese uno se queda encantado ante la Virgen
que adora al Niño de Sandro Botticelli.
Los apasionados de motores quedarán fascinados, en
cambio, por la galería de la Ferrari en Maranello.
Quienes amen a Federico Fellini, por último, no podrán
dejar de ir a Rimini, la “reina de las playas”,
atestadas de “vitelloni”, donde todo nos habla
del gran Maestro. Por mayor información haz clic en:
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