Región
Toscana
Si nos asomamos desde una de las tríforas
del palacio Público de Siena, la mirada se pierde
a través de las torres, las almenas, los arcos ojivales
de la arquitectura gótica, pero la visión más
impresionante es la de la campiña que se extiende
fuera de puerta Romana. Se trata de un paisaje en el que
el tiempo parece no haber pasado, y que en su armonía
compositiva recuerda imágenes de perfección,
de paz y de tranquilidad bucólica. Como los colores
que se aprecian observando el paisaje de Valdinievole: el
rojo encendido de los claveles y el verde plateado de los
olivos.
Lucca es un pequeño cofre lleno de tesoros, encerrado
entre sus imponentes murallas: el transcurrir tranquilo de
la vida ciudadana concuerda con el ambiente señorial
de sus espléndidos monumentos, que conservan un patrimonio
artístico inestimable; la plaza San Martín es uno de los rincones más encantadores de la ciudad,
en donde la espectacular fachada del Duomo se articula con
elegancia con los bellos palacios vecinos, mientras que la
escenográfica plaza Anfiteatro conserva la forma elíptica
de la arena romana. Afuera de la muralla se extiende el tranquilo
paisaje de las campiñas luquesas, repletas de espléndidas
villas históricas.
En Toscana no faltan los castillos. Uno por encima de todos:
el Castillo de Poppi, residencia del poderoso señor
Guido Novelli, que desde hace más de 700 años
domina el Casentino; se erige alto sobre un cerro aislado
del Valle del Arno, elegante y señorial: la vista
que se aprecia desde sus ventanas parece no tener fin. Pero
es la torre la que se roba la escena al entrar al patio,
tan imponente que mirándola desde abajo parece infinita.
Y este patio es una de las flores al ojal del castillo, tal
vez por los múltiples blasones engastados en sus paredes
en piedra: su corazón cultural es la Biblioteca
Riliana,
con aproximadamente veinte mil tomos antiguos entre los cuales
manuscritos rarísimos, incunables y obras impresas
en el siglo XVI. La Capilla Palatina, en cambio, sencilla
en su arquitectura, encierra todo su esplendor en sus frescos;
el autor de tanta belleza fue Tadeo Gaddi, el alumno más
fiel de Giotto.
Mientras tanto en Florencia, en el jardín de Boboli,
el agua brota de las bocas de las 16 máscaras bigotudas
que delimitan la fuente de los Mostaccini. El Duomo o catedral
de la ciudad, dedicada a Santa Maria del Fiore, es una de
las iglesias más extraordinarias del mundo, con la
majestuosa cúpula de Brunelleschi, un prodigio que
nunca deja de sorprender: su bóveda está decorada
con un magnífico ciclo de frescos que se extiende
sobre 3600 metros cuadrados. Giotto dirigió la obra
del Duomo hasta su muerte: allí fue enterrado, pero
nunca pudo ver terminada la construcción de su célebre
Campanario.
También los platos son célebres en Toscana,
como el verdadero bistec a la florentina y la gustosa panzanela,
junto con el Chianti y el Brunello de Montalcino.
La zona de Versilia ofrece dos pasarelas de la mundanalidad:
Viareggio, con las arquitecturas liberty y déco del
paseo de la playa, y Forte dei Marmi, en donde los locales
y los puntos de encuentro anticipan cada año las modas
y las tendencias. Subiendo hacia Liguria, la Versilia descubre
cándidos paisajes marmóreos: Miguel Angel,
Donatello, Brunelleschi cruzaron estos lugares en busca del
excelente mármol que ofrecen los Alpes Apuanos y que
otorga color y ambiente a Carrara, en donde todo parece tallado
en esta preciosa piedra; para trabajarla, a lo largo de los
siglos fueron naciendo unas escuelas muy prestigiosas como
la de Pietrasanta, encantador pueblo situado en el interior
versiliano, lleno de talleres y centros culturales.
Entre las joyas renacimientales de Toscana está Montepulciano,
en donde en agosto se lleva a cabo el tradicional palio
de los barriles: entre coreografías medievales, ocho
barrios se disputan el valioso brocado destinado al ganador,
empujando a mano un barril de 80 kilos por las difíciles
rampas de las calles empedradas de la ciudad. A menos de
15 km queda Pienza: otra maravilla del Renacimiento, transformada
por el Papa Pío II en símbolo de su “ciudad
ideal”.
Son muchos los testimonios etruscos de la región,
pero sobretodo dos centros estuvieron y siguen estando en
primer plano: Vetulonia, con las numerosas tumbas “en
forma de foso”, y Roselle, al interno de cuya muralla,
perfectamente conservada, vivió el antiguo pueblo
durante 400 años. También el área arqueológica
de Populonia sigue entregando trazas de su extenso pasado:
el Museo Arqueológico y de Arte de la Maremma de Grosseto,
lleno de restos etruscos y romanos, es el punto de salida
para un “encuentro” con la historia antigua de
la zona.
Los veleristas, en cambio, encuentran su paraíso en
Punta Ala: además de las villas y los hoteles, se
dan cita en el puerto, sobre el que se asoman refinadas boutiques
y locales, y en donde a lo largo de los muelles todos pueden
admirar las embarcaciones de varios metros, accesibles para
pocos bolsillos pero para muchos sueños.
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