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Región Abruzzo

Es la región de los Parcos (¡son 3 los nacionales!), las reservas naturales y las áreas verdes; son típicos son también las quebradas, las cascadas, los lagos con muchas especies raras de aves, las grutas, entre ellas la del Cavallone, rica de estalactitas y estalagmitas, y la de Stiffe; y naturalmente las montañas: el Gran Sasso, con sus imponentes cimas rocosas, y los macizos solemnes y majestuosos de la Maiella; por último, las colinas, ricas de manantiales, bosques y torrentes, con una naturaleza intacta.
Entre las criaturas orgullosas e indómitas, el oso marsicano es la más importante de la región, pero es muy difícil de encontrar: una característica que la acomuna al lobo, eterno vagabundo de los Apeninos, que goza de excelente salud, sobre todas las montañas de la región.
El Gran Sasso, con sus picos afilados, las paredes abruptas y las crestas recortadas, que le confieren un aspectos propiamente alpino, se impone con una fuerza y una belleza casi brutales. En la vertiente del Gran Sasso que mira a L’Aquila se admiran las pintorescas ruinas del castillo de Rocca Calascio, imponente, con sus cuatro torres angulares; en las alrededores se encuentran el singular templete octogonal de S. María de la Piedad que se remonta al siglo XV, el antiguo burgo de Castel del Monte que aún conserva parte de sus murallas, y el encantador pueblito medieval de Santo Stefano de Sessanio. Por el lado de Teramo, en cambio, el antiquísimo centro habitado de Pietracamela.
La espectacular meseta de Campo Imperatore abre el corazón a extraordinarias emociones y a panoramas increíbles; 8 kilómetros de ancho y 27 de largo, es una meseta esbozada a 1800 metros de altura, con un encanto que ningún número puede describir: pistas espléndidas, itinerarios de esquí - excursionismo, refugios. El regreso al valle ofrece un último espectáculo: un atardecer mágico!
El sugestivo panorama del Gran Sasso hace de telón de fondo de la ciudad de Teramo, caracterizada por suaves laderas de colina, donde se produce el Montepulciano d’Abruzzo, la más importante DOC de la región: su casco antiguo tiene calles estrechas y tortuosas de época medieval y la Catedral, con su grandioso portal. También Campli es graciosa, es un pueblito medieval con una imponente muralla y la Puerta Oriental, del siglo XIV. La parte más antigua está caracterizada por la arquitectura del siglo XV y está dominada por portales: un bellísimo ejemplo es el Palacio del Parlamento. La Iglesia de S. Maria en Platea tiene un campanario que muestra el esquema típico de la zona: la estructura termina en un prisma octogonal embellecido con mayólicas. Rodeada de robles y olivos, Atri se presenta con el descollante campanario de su Catedral alrededor de la cual se fue desarrollando el centro habitado. Aún hoy, en el Monasterio de Santa Chiara, las monjas clarisas preparan, en ocasión de las festividades, los tradicionales ramaioli, sabrosos dulces a base de mermelada. Las finas decoraciones en mayólica, visibles sobre todo en las iglesias, son características de Castelli, otro pueblo de colina, a los pies del Gran Sasso. También el aspecto pintoresco de Montorio está decorado por el bello marco natural en que está colocado el pueblo en el que, sobre el fondo de las paredes montañosas, resaltan las colinas con viñas y árboles frutales. A un cierto punto las colinas se van perdiendo hacia el mar: Giulianova es un elegante balneario de origen romano; en la ciudad alta, en la colina, se respiran aún atmósferas antiguas.
La provincia de L’Aquila está caracterizada por la majestuosidad y el esplendor de sus iglesias (en particular, en L’Aquila, la fuente de las 99 Bocas!), de las rocas severas que hacen la guardia a los “tratturi”, las antiguas sendas recorridas por pastores y animales, la extensión verde de la meseta de Navelli; aquí, a más de 700 metros de altura, una pequeña flor violeta logra producir una especia con un perfumen peculiar: el azafrán.
Pescara, ciudad de Gabriele D’Annunzio, posee numerosas Iglesias, abadías, museos y cuenta con un bello puerto-canal. Interesante, la casa del poeta con objetos que le pertenecieron: quien pruebe el “parrozzo”, un dulce a forma de pan recubierto de chocolate, debe saber que el nombre le fue dado precisamente por el transgresivo autor de Il Piacere.
Atravesando la bella meseta de Cinque Miglia, se llega a los encantadores pueblos de Rivisondoli, Pescocostanzo y Roccaraso. El pequeño burgo de Pescasseroli, inmerso en el verde, cuenta con una artesanía importante: encajes de bolillos, de tradición cuatrocentista, creaciones en hierro forjado, y orfebrería en filigrana. Pero quien ama lo dulce, no puede dejar de visitar Sulmona para degustar las exquisitas y multicolores almendras garrapiñadas.

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