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Región Campania

“Se puede decir, contar o pintar cualquier cosa, pero esto supera toda expectativa. La orilla del mar, los golfos, las ensenadas, el Vesubio…”. Era el año de 1787, y así hablaba Goethe del Golfo de Nápoles.
Efectivamente esta región, con sus ciudades llenas de historia y cultura milenarias, no puede dejar ningún visitante indiferente. Su capital es Nápoles (“nea polis”: ciudad nueva), que surgió en el siglo V a.C. a la sombra del Vesubio, cuyo centro es uno de los paseos más extraordinarios y pintorescos del mundo. La famosa calle conocida como Spaccanapoli (Rompenápoles), porque divide la ciudad en dos, y sus callejuelas adyacentes, se vuelven, sobre todo en el período de Navidad, un hormigueo de voces y colores: tiendas decoradas para la ocasión, puestos callejeros que surgen como por magia y venden todo tipo de objetos, miles de personas que cada día llenan las calles. Este ambiente encuentra su máxima expresión en vía San Gregorio Armeno, la calle de los pastores, en donde sabios artesanos muestran su arte en la realización de bellísimas estatuillas de barro, y no sólo en época de Navidad: porque el pesebre es uno de los símbolos del “ser napolitano” en el mundo, por lo menos al igual que la sfogliatella y el babà. Cada napolitano ha recorrido esta callejuela por lo menos una vez en su vida: es por esta razón que ha mantenido esa vitalidad que le caracteriza. Aquí, hoy como en el pasado, florecen talleres de artistas, pintores, escultores, talladores que han embellecido y vuelto famosas iglesias y palacios. Eduardo De Filippo describe muy bien esta atmósfera única en su comedia más conocida: Natale in casa Cupiello (Navidad en casa Cupiello).
Eduardo era un refinado observador de la sociedad partenopea, con sus lados dramáticos y cómicos, con sus desheredados y sus héroes.
Pero Nápoles es también el magnífico paseo a la orilla del mar de vía Parténope, con Castel dell’Ovo y el Borgo Marinari en primer plano. El Vesubio y la isla de Capri parecen tan cerca, como si estuviesen al alcance de la mano. La misma con que se puede comer una deliciosa pizza, quizás precisamente la sencilla y clásica Margarita, la misma que le ofrecieron a la reina Margarita de Saboya en 1889, de quien tomó su nombre.
En realidad, en Nápoles la pizza no es sólo un placer para compartir, pues podríamos decir que se trata casi de un rito sagrado: “Deberá cocerse en menos tiempo que la pasta, no será primera ni segunda portada, ni carne ni pescado; será caliente como el infierno y deliciosa como el paraíso: redonda como el mundo y ardiente como el sol de verano”. Esta fue la apuesta que un cocinero de la corte le hizo al rey, en la primera mitad del Setecientos.
Pero Nápoles es también el cerro de Posilipo: una verdadera terraza natural sobre el golfo, con sus calles panorámicas que se llenan todas las noches de jóvenes profesionales de la alta sociedad napolitana. Y Nápoles es la ciudad de Massimo Ranieri, Nino D’Angelo, Mario Merola, Totò, Massimo Troisi, Gigi D’Alessio: actores, cantantes, poetas extraordinariamente “verdaderos”, con una capacidad arrolladora de contar los sentimientos humanos “con el corazón”.
Finalmente, Campania es también la Península Sorrentina, la Costiera Amalfitana, Salerno con su bellísimo Duomo y el Campanario con sus líneas árabes, el Palacio Real de Caserta, y no hay que olvidar los restos de las fantásticas ciudades sepultadas por el Vesubio en el 79 d.C., pero más vivas que nunca: Pompeya y Herculano.


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