Cine italiano
La invención
del cinematógrafo corona, finalmente, un antiguo sueño
del hombre: reproducir la realidad. La máquina, que
permite observar la vida proyectada en una pantalla, revela
inmediatamente su extraordinario poder de fascinación
sobre los primeros espectadores, que experimentan una sensación
nueva: observar hechizados las imágenes en movimiento,
en las cuales se alternan eventos y personajes de la época.
La primera película realizada en Italia, titulada Humberto
y Margarita de Saboya de paseo en el parque, de
Vittorio Calcina, es del año 1896.
Al igual que ésta,
todas las películas de los inicios son cortometrajes
que documentan la realidad. Muy pronto, sin embargo, dejará
de documentarse exclusivamente la realidad y nacerá,
inexorablemente, la necesidad de narrar historias. Es por
ese motivo que el cine sintió el deber de emprender
un camino inevitable: buscar los sujetos para sus historias
en otras artes, recurriendo a un patrimonio secular que recogía
los frutos de la creatividad y del imaginario humanos. La
literatura se transforma así -desde el principio de
la historia del cine- en la fuente primaria de la nueva forma
de comunicación por imágenes: un arte que, a
principios del 900, abre una perspectiva totalmente
innovadora, poniendo en manos del hombre un instrumento mágico,
que ofrece infinitas posibilidades para descubrir y experimentar.
En 1930 nace la primera película sonora italiana,
La canción del amor, inspirada en un cuento de
Pirandello y realizada por Gennaro Righelli. Pero es
recién con el neorrealismo que el cine italiano toma
conciencia -finalmente - de sus capacidades expresivas, y
comienza a hablar al mundo.
De Sica,
Rossellini y Visconti crean películas
con contenidos universales, en un estilo moderno y con una
estructura narrativa fuerte y reconocible. Obras como Roma
ciudad abierta y Paisà pasan a formar parte
de la memoria colectiva, formando generaciones de espectadores.
La atención crítica hacia la sociedad, el lenguaje
novedoso y la popularidad, son los tres elementos que permitieron
el éxito del cine italiano a partir del neorrealismo:
elementos que volvemos a hallar en las comedias a la
italiana del decenio siguiente o, por lo menos, en las
mejores obras de directores como Mario Monicelli, Pietro
Germi, Antonio Pietrangeli y Dino Risi.
Por otra parte,
el cine italiano de los años 60 es también
el cine experimental de Michelangelo Antonioni, el
cine de vanguardia de Mario Bava y Sergio Leone,
y el cine poético de Federico Fellini y Pier
Paolo Pasolini. La dolce vita representó
un fenómeno extraordinario, incluso en al ámbito
de los usos: a la representación de una realidad violenta
y difícil la del neorrealismo- sucedía
la descripción de un mundo lujoso y deslumbrante, vacío
y pobre en ideales. Anita Ekberg -entrando con su seductor
vestido de fiesta en la fuente de Trevi- ingresó en
la historia del cine, transformándose en una leyenda.
También
son sumamente importantes el cine literario de Luchino
Visconti y el cine político y polémico de
Bellocchio y Ferreri. Todos ellos, autores que
ejercen su influencia sobre los directores de cine de todo
el mundo.
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