Ópera italiana
Las diversas influencias
musicales que se han sumado en Italia en el transcurso del
tiempo, gracias a los diferentes pueblos que se han sucedido,
llevaron, a fines del siglo XVI, a la creación del
melodrama: la expresión más completa de cultura
musical que Italia ha producido.
El teatro musical
italiano nace en 1600 en Florencia, en la corte de los Médicis,
cuando, en ocasión de las bodas de María de
Médicis con Enrique IV de Francia, se representa Eurídice,
de Jacopo Peri, en el Palazzo Pitti. Pero se trata de un espectáculo
reservado a pocos cortesanos, relacionado con un evento extraordinario
y posible sólo gracias al mecenazgo del Príncipe:
luego de su representación, la obra cae pronto en el
olvido. Recién más tarde, en 1637, en Venecia,
nace verdaderamente el teatro de ópera. Para amortizar
los costos -muy elevados- era necesario representar el espectáculo
un gran número de veces: ello era posible porque ir
al teatro se había convertido pronto en una moda. Además,
la ópera formaba parte de la industria de las diversiones
carnavalescas. Los libretistas y compositores de la época
toman sus sujetos de la mitología clásica, pero
también los poemas de caballeros de Ariosto y de Tasso
ofrecen una gran cantidad de temas. Entre ellos, los sujetos
eróticos del mundo de Virgilio y Homero. Todo
en el mundo es burla se dice en el Falstaff de
Giuseppe Verdi, compuesto en 1893 con libreto de Arrigo
Boito. También en el mundo de la ópera todo
es exageración, e incluso burla. Por otra parte, la
ópera lírica ha sido definida un género
literario en el cual, si un personaje es apuñalado
por la espalda, no cae, sino que comienza a cantar a voz en
cuello.
Entre los compositores
italianos de ópera, los nombres más célebres
son los de Rossini, Donizetti, Bellini,
Puccini y Verdi, que supieron expresar los sentimientos
y las angustias de la sociedad italiana de la época.
Y es sobre todo a través de la ópera que estos
sentimientos se expresaban: la desilusión que se produjo
en Italia luego de la Unidad, por ejemplo, fue descrita más
espléndidamente en Don Carlos, de Verdi, que
en cualquier otro género literario. También
el temperamento de la figura femenina resplandece verdaderamente
en la ópera. Una mujer auténtica, dramática,
es Lucia de Lamermoor, de Donizetti. Y de mujeres auténticas
está poblada la ópera italiana: Violeta, Tosca,
Santuzza, la Amelia de Un ballo in maschera, la Gilda
de Rigoletto. En el país de las cien ciudades,
hay otros tantos teatros de ópera -casi siempre espléndidas
arquitecturas de los siglos XVIII y XIX- y doce grandes teatros
reconocidos en todo el mundo. Los más famosos son La
Scala de Milán, el Petruzzelli de Bari y
La Fenice de Venecia.
Un gran intérprete,
como Riccardo Muti, ha madurado en estos años
una lectura sumamente original y emocionante, en particular
en el repertorio verdiano. En cuanto concierne al canto, las
personalidades más famosas son Luciano Pavarotti,
Mirella Freni y Renata Scotto. Actualmente se abren paso en
el ámbito internacional las voces de Barbara Frittoli,
Sonia Ganassi y Michele Pertusi.
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